Papas fritas?

31.05.2012 11:17

Estaba nervioso. Habían pasado ya 2 meses desde nuestra amistad y este sentimiento en mi pecho aún seguía intacto. No podía ocultarlo, me había estado enamorando sin darme cuenta. Quedaban 10 minutos para salir del colegio. Iría a verla a su hogar, estaba enferma, resfriada, para ser más exactos. 

Contaba los segundos con ansias y miedo. Hoy, era hoy y no mañana. Mi ser no iba a callar hoy, lo diría todo o, al menos, moriría en el intento. 

 

El profesor hablaba... pero yo no prestaba atención. Estaba en mi mundo, con mis palabras y ella. 

De un momento a otro todos se pararon y comenzaron a ordenar. Los imité, aunque sin ganas. Mi hombro cargaba mi mochila, junto con mis sueños y mis palabras. Mi boca estaba seca. Me sentía seguro de mi mismo. Decidí arriesgarme a perder una amistad, pero intentar ganar un amor. Hoy era el día... el indicado. 

 

La campana al fin sonó. Me emocioné. El profesor indicó que saliéramos. Era Viernes. Así que hoy salía a las dos. Ella me había invitado a almorzar y con felicidad acepté. Éramos amigos hace 2 meses, pero nunca se había dado esto. Pensé en ello, todo el día. 

 

Caminaba lento. Con un cigarrillo en mi mano derecha, aún sin encender. Le había prometido a ella que no iba a fumar más. Olvidé nuestra promesa por un momento. Saqué el encendedor... lo encendí, salió abundante humo, lo aspiré. Pero de la nada comencé a pensar en ella... En toda mi vida había decepcionado a muchas personas, no quisiera que ella fuera otra. Aspiré por última vez el cigarrillo... luego lo boté, lo pisé y seguí mi camino. El cigarillo estaba casi nuevo. 

 

Metí mis manos en los bolsillos de mi polerón AND1 azul. En mi colegio había ropa de calle. Así que iba con una polera amarilla de Los Ángeles Lakers, el polerón azul AND1, un buzo negro NIKE y unas zapatillas AIR JORDAN. Por cierto, el baloncesto es mi deporte favorito y también de ella. Mi mochila roja, aún cargaba sueños y esperanza. 
El día estaba nublado, pero relativamente estaba caluroso. Seguí caminando al paradero. 

Salió el sol. Así que me puse una gorra, me acomodé el pelo y de un momento a otro, estaba ya en el paradero. Me senté en la banca de fierro que había allí. Al rato, todos los de mi colegio estaban allí. Me saludaron pero no les tomé en cuenta. Estaba perdido en mis pensamientos y sentimientos. No debía gastar palabras por ahora, pero en un rato más, sobraría. 

 

La micro, se demoraba... y no podía gastar tiempo. El sol se escondió, pero no quise sacarme la gorra, me daba cierto estilo. Mi celular sonó. Era ella. 

- ¡Hey! ¿Dónde estás? - Se escuchaba animada. Eso me alegró. 

- Espero aún la micro. Iré en cuanto pueda. 

- ¡Apresúrate! Yo misma te hice el almuerzo. - Noté cierta timidez y un tonó más infantil. Me encantaba.

- ¿Qué hay de almuerzo? - Mi estómago pedía comida, tenía mucha hambre. 

- Eso es una sorpresa. - Eso odio un poco... siempre me deja con la duda. Hubo un instante de silencio. Pero justo a tiempo, la micro se acercaba trepidante. 

- Viene la micro. La tomo, en un momento estoy en tu casa. Nos vemos. 

- Te quiero.

Y colgó. 

 

Ya estaba en la micro, rumbo a la casa de ella. Costó entrar. Iba llena, pero yo logré acomodarme en un asiento. Iba relajado, tranquilo... pero con hambre. Seguía pensando... 

 

Sin darme cuenta, ya estaba caminando hacía la casa de ella. La etapa de la micro se me hizo extremadamente corto. Nuvamente iba con esa postura serena, con mis audífonos y con mi mirada fría. 

 

Estaba en la entrada del pasaje de la casa de ella. Frené. Pensaba... no sé en que, pero era relacionado con ella. Simplemente pensaba. 

Alguien me tapó los ojos. Me desesperé un poco, pero luego me relajé. 

- ¡Adivina quien es! - Que difícil. 

- Tú. 

- ¿Quiés es tú? - Es aquí donde tu cuerpo, ciertamente te traiciona. 

- La mujer que me hace feliz y me encanta. - Al dacir la última letra, solté un suspiro. Las palabras salieron solas. Callamos por unos minutos, ella apoyó su cabeza en mi espalda... 

- ¡Muy bien! - Dejó de taparme los ojos. Me dí vuelta, le saludé con un beso y un abrazo. - ¿Qué hacías parado aquí? 

- Esperaba a que llegaras. - Ajá. 

- Ni sabías que había salido.

- La verdad no. Pero igual. - Había una bolsa en sus pies. La tomé y caminamos juntos a su casa. - Está pesada. 

- Son bebidas, se me había olvidado. 

- ¿Y tus papás? - El almuerzo era con sus padres, les caía bien. 

- Eso... No están. No estarán en toda la tarde, tuvieron que salir por problemas en el trabajo, lo siento. - Ese lo siento fue como extraño. Estar solos... toda la tarde, en cierto modo, en cierta medida... Me emocionaba.

- ¡Qué va! No importa, la pasamos mejor, más confianza y lo demás. 

- ¡Claro! ¿Entremos? 

- Obvio. 

 

Abrió la puerta con delicadeza. Miré el pasto que rodeaba esas baldosas con diseño de delfín. Estaba mojado, pero era un pasto hermoso, olía bien. La puerta abrió con ese crujido molesto. La cerré. El living era grande, sí había ido a su casa antes, su casa era hermosa. Había un olor raro, pero era agradable. Me senté en el sillón de cuero mientras ella me pedía que esperara un segundo. Tenía ganas de un cigarillo, pero lo evité, siempre... siempre me hacía problemas cuando fumaba o algo. Toqué mis muslos... no sabía que hacer. Sonaban los tenedores y cuchillos, los vasos y los platos. Salió un rico olor, a papas fritas. ¡Ella había acertado!

Fui al baño. Lavé mis manos y mi cara. Aún estaba algo nervioso, no lo sé. Pero el baño realmente me calmó un poco. Sus paredes celestes que te hacían sentir en el cielo o el océano... eso dependía de tu imaginación. Me sequé con la toalla blanca y diseño azul, tenía el olor a ella. Arreglé mi pelo, saqué de mi mochila, que aún no me había sacado, perfume y me eché en todo el cuerpo. Luego salí. Ella me estaba esperando en el living. 

- Disculpa. ¿Te ayudo en algo? - Cruzó las piernas. 

- ¡No soy buena cocinera! - Gritó. - Las papas fritas, se quemaron. Así que, si no te molesta, debemos esperar un poco más. 

- Tontita. - Me acerqué a ella, lento pero veloz. Besé su frente con ternura y acaricié su pelo castaño hermoso. - No importa, vengo a pasar tiempo contigo.

- ¡Eso me gusta! - Se alegró un poco. - Creo que estarán en unos 15 o 20 minutos. - Me tomó de los brazos y me hizo sentarme en el sillón. Me abrazó. Correspondí y rodee su cuello y hombros con mis brazos. - Pero esto me gusta más. 

- A mí igual. - Sonreí... un poco nervioso. 

- Hueles exquisito. Eso me encanta. 

- Ajá. - Fue algo cortante, pero estaba muy nervioso. Intente incorporarme. Pero de la nada, la tenía enfrente mío. Puso su frente sobre la mía y pude sentir su respiración y el olor de su piel. Maravilloso. 

- Tienes un poco de fiebre. - Me lo dijo sin salir de su posición. Estábamos muy cerca. Sentí su aliento, olía a mentas. - ¿Estás bien? 

Efectivamente, tenía fiebre. No sé cuando me bajó, pero tenía mucha fiebre. Asentí tímidamente. 

- Sí, pero no es nada, deja de cuidarme. - Toqué mi frente. Ardía, pero no le presté atención. 

- ¿Cómo no cuidarte si yo te quiero tanto? Esperáme. Buscaré algo para curarte esa fiebre. - Asentí.

Eso me dejo en un término medio raro. No sabía que pensar. Yo tenía metas y quería cumplirlas. Llegó a mi lado. Tría un vaso con limonada y un trapito, que seguramente estaba mojado para poner en mi frente. 
Me dedicó una sonrisa, la devolví. Se hincó frente de mí. Nuevamente otra sonrisa, me enamoraban. 

- Acuéstate en el sillón. Así se me hará más fácil poder atenderte.

- Claro. - Me acosté en el sillón. La fiebre comenzaba a sufrir y sentía los efectos, estaba empezando a sudar y la cabeza me dolía. - ¿Ahí? - Intenté quedar en una posición que a ella le facilitara las cosas. 

- ¡Estás perfecto así! - Siempre tan animada ella. - Toma un poco de limonada. 

Elevé la parte delantera de mi cuerpo y tomé limonada. ¡Estaba exquisita! Me la acabé en un segundo y volví a mi cómoda posición. Colocó con suavidad y ternura el trapito en mi frente. Cubrió mis ojos a adrede. 

- Te ves bien así. 

- ¿Por qué no se ve mi cara, verdad? - Reímos. 

- No es eso, tonto. Es qué te ves tan tranquilo... irradías tanta paz... y tú... siempre eres tan misterioso, a veces tan frío. Eso me encanta de ti. - Me cohibí totalmente, no sé porqué.

- Cállate. - Levanté mi cabeza, aún así, el trapito no se calló. - Tu sillón me hes incómodo. Tus piernas, quizás me serían mejor almohada... ¿No lo crees? 

- Oh claro. - Con delicadeza, se arregló el pelo, luego se sentó y yo me recosté en sus piernas. La miré por un segundo. Me regalo otra sonrisa. Me puso el trapito. Nuevamente tapó mis ojos. 

 

Callamos por mucho rato. Sus piernas realmente eran muy cómodas. No hablabámos, el silencio lo decía todo. De la nada, tómo mi mano y la apretó.

- No me gusta verte así, por eso me preocupo, disculpa si te molesto. 

- No me molesta y lo sabes, me encanta que me cuides... sólo nunca dejes de hacerlo. 

- Tú mano... es tan cálida, desearía tomarla por siempre ¿sabes? 

- Tómala entonces, si ya la tienes entre la tuya, deberías asumir que te pertenece. - Reímos. Y aún no podía verla, quise sacarme el trapito, pero luego pensé que mejor no, le daba su toque mágico.

- La tomaría por siempre, pero no estoy segura de ti. - Eso dolió. Pareciera que era el momento... ahora. 

- ¿Por qué dices eso? 

- Ya lo sabes, tú... eres tan misterioso. No puedo definirte, no puedo leer tus sentimientos a través de tu mirada, es muy complicado. 

- Sí tengo sentimientos, solo que los oculto muy bien. Una pregunta... ¿Te gusta alguien? 

- Sí, me gusta alguien y mucho, pero parece que él no. - Oh :c fue un golpe bajo. 

- Ah. 

- ¿Y a ti, te gusta alguien? 

- Sí... - TÚ. 

- Ahm... 

Esa pregunta nos entristeció a los dos. 

- ¿Está bien si me declaro a esa persona? - Un momento... ¿Quién dijo eso? ¿Yo? Malditas palabras que salen solas. La fiebre creo que había bajado. Ya se sentía el olor a papas fritas cocidas. Nuestras manos comenzaban a sudar, pero no se la soltaría. 

- Yo creo que está bien. Eres una persona espectacular y de seguro la tendrás si te lo propones, siempre persigue tu felicidad hasta el final. 

- La felicidad... es algo que hace tiempo perdí ¿Sabes? Yo creo que sí. Aún así, no la busqué y con mi fríaldad encontré la felicidad, una persona por la cual luchar, a quien de verdad amar y depender, mi felicidad está a solo un paso de convertirse solo mía. - Ella apretó mi mano de un momento a otro y de ese mismo modo la solto. Si tan solo supiera que hablo de ella. 

- Se nota en tu voz que la quieres mucho y es importante en tu vida. La tendrás, solo ve... y declárate. Pero antes almuerza conmigo. - Rió, pero no era alegre su risa, era más bien nostálgica. 

- No. Supongo que es mejor declararme primero ¿no? - Nuevamente apretó mi mano. - Sí, esa persona me hace sentir tan especial y en el cielo. Lo qué más temo es que no la conozco hace mucho tiempo, sólo dos meses, pero en esos 60 días me ha echo sentir tan especial. Tan querido y tan capaz de hacer feliz a alguien. Ahora, gracias a ella, me doy cuenta qué... puedo ser un escudo, puedo luchar a su lado en contra de los problemas y que ahora mismo, tomamos nuestras manos, con tímidez a que nuestros corazones no soporten callar. Yo me hice una promesa a mí mismo de callar mis sentimientos, pero es otra, de las tantas, que no pude cumplir. Me gustas. Me gustas tanto, pero al igual que tú, no puedo leerte los sentimientos, me hes tan difícil... pero... 

- Cállate... cállate de una vez. - Aún no disminuía la presión en mi mano. Sentí un suspiro. Proseguí. 

- Pero... es que contigo soy tan feliz y puedo ser yo mismo, aunque frío, puedo ser yo. Nunca olvidaré el único lugar donde puedo estar tranquilo y feliz, el único lugar donde me siento seguro y tú la única persona que me ha echo sentir como ninguna...

- ¡Te dije que te callaras!

Entonces... me calló con un beso. Uno de esos besos con sabor a "Por fin", fue apasionado... fue increíble, lleno de nostalgia, mierda, fue el mejor beso de mi vida, mientras apretaba mi mano y con la otra, apretaba mi pecho, donde habitaba el corazón que por casi poco, se sale y corre a raptarse el suyo. Su lengua era tan cálida y húmeda... era sensacional. Mordimos nuestros labios, con suavidad... suspiramos, pero nuestras bocas se negaban a separarse. Les dimos en el gusto y nos besamos por mucho tiempo más. 

Nuestras lenguas estaba exhaustas, nos separamos un poco. Me incorporé. Saqué el trapito y la miré. Fue raro, tenía vergüenza de mirarle a los ojos. Me senté a su lado y callamos. 

Mi respiración estaba acelerada, había sido mi mejor beso... con lengua, en cierto modo me excitaba.

 

De la nada, apoyó su cabeza en mi hombro. La abracé. Le hice un poco de cariño en el pelo y ella me besó el hombro. 

- ¿Puedes callarte verdad? 

- Seguiría hablando, siempre y cuando, me calles de la misma forma siempre.

- Tonto, creo que te dejaré continuar. 

- Continuaré.... - La besé. Nuevamente fue un beso largo y con tristeza, desesperación, todo incluido. - Ahora puedo continuar tranquilo. Me encantas, me gustas y mucho. Pero no estoy seguro de tus sentimientos hacía mí. Solo quiero saber si puedo llegar a ser algo más que uno más. 

- Yo creo que puedo dejarte en claro algo. - Me volvío a besar, pero era más coqueto ahora. Nos separamos y sonreímos. Nos abrazamos un poco más fuerte. - También me gustas. También quiero ser tu todo y tu mundo. ¡Ahora mismo! Me gustas igual, siempre... y no serás uno más en mi vida, serás el único que me haga feliz, si tú quieres. 

- Claro que sí. Te quiero

- Yo más.

 

Tomé su cintura... mientras la aprisionaba de la muñeca al sillón. Jugué un poco con su nariz. Luego con sus mejillas y su cuello. Suspiró. Volví a su nariz, la rocé con la mía. Mientras intentaba escaparse, sin éxito... de la nada, la besé como nunca. La solté. Ella tomó de mi espalda y me tiró sobre ella. Estábamos recostados en el sillón, ella abajo y yo arriba. Toqué su cintura, cogió mi mano, creo que me sobrepasé, luego la soltó... pude haber seguido pero paré. Nuestras lenguas... jugaban. Rozaba sus labios con mi lengua, suspiraba cada vez que lo hacía. Era excitante pero a la vez mágico. 
De pronto, dejé de besarla. 

- Tonta. 

- ¿Qué pasó? 

- Nada... solo que quiero preguntarte algo. 

- ¿Dime? 

- Tú... ¿Aceptarías convertire en mi mundo, ser todo para mí y acompañarme en las buenas y en las malas, ser mi escudo contra los problemas, ser mi vida, ser la muchacha que me entregue su corazón sin condición? ¿Quisieras ser mi novia? 

- ¡Claro! Esperaba a que lo preguntaras, claro que acepto. Prométeme que me darás cada uno de tus despertares, vas a ser mi sábana en las noches y mi almohada en las mañanas. Quiero estar contigo siempre. 

- Yo también. Te prometo que esta historia será un partido de básquet. Tú de base, yo de alero... la esperanza de escolta, el respeto de ala-pívot y el amor de pívot, en un partido, que durará toda la vida, en contra de los problemas, los rechazos, los celos, las peleas y el engaño. Vamos a ganar ahora y siempre. Bailemos... en el escenario del amor y la vida. Seremos actores de nuestra obra y escritores de nuestra historia. Vamos a estar juntos siempre, cariño.

- Te amo... te amo. 

 

Nos besamos... toda la tarde, esos besos excitantes pero mágicos. Sus besos sabor a por fin y a no te vayas nunca. Sus abrazos tan cálidos. Mi corazón junto con el suyo porfin juntos. Nuestras manos entrelazadas para no separarse nunca más. Este amor es el mejor que he vivido. Lo sé. Ahora y siempre puedo decirlo con confianza, el único lugar donde puedo estar seguro, es tu corazón. No sé si ella se habrá dado cuenta de la influencia que tiene en mí, pero es tanta... que solo vivo para ella, desde ahora y para siempre, seré su escudo y ella el mío. El amor toca tu puerta, por eso hay que jugar con esto. Hay que atreverse con la tímidez de cada uno. Habla y que las palabras no se las lleve el viento, si te rechazan continúa tu vida, si te aceptan quédate en su vida, en su corazón... y en sus pensamientos. 

 

Luego de no sé cuanto de besos, nos quedamos dormidos... abrazados en nuestro primer día de noviazgo. Se veía angelical, era mi ángel. Su cabello... sus manos, su cuerpo, sus piernas... su pecho con eso tan valioso... el corazón.

Entré en el baño y me miré, me sonreí estúpidamente a mí mismo. "La has echo campeón, cuídala, siempre será tuya si no la dejas ir, ámala como nunca, porqué vaya que necesitas amor y ella igual" "Cállate" respondí a secas. Eso ya lo sabía de ante-mano. 

Lavé mi cara y esa sonrisa aún no se salía, pero supongo que la tendría por mucho tiempo.

Fui malo y la desperté de un beso mágico. Estuvimos allí media hora? o algo por el estilo. La tengo aquí conmigo pero la extraño desde ya.

Nos abrazamos y dijimos mamonerías. Nos acostamos nuevamente y estábamos dándonos el amor que tanto necesitabamos los dos. Aquél que tanto esperaba, por fin había llegado. 

Estábamos de lo mejor, abrazados con sus cálidos besos... pero un gruñido interrumpió ese mágico momento.
Era mi estómago y la de ella, qué pedían comida... Un momento... ¿Qué hora es? Consulté a mi reloj... las 8: 45 de la noche... 

¡LAS MALDITAS PAPAS! 

Corrimos a la cocina... Había mucho humo. Sacamos las papas. Eran trozos de carbón. Reímos. 

Pelamos un poco más de papas, mientras comíamos un pan con queso y palta. Jugamos mientras cocinábamos. Le ensucié la cara con palta y ella me pego un trozo de queso en mi pelito hermoso :c 

Luego pusimos a freír las papas.

Nos sentamos en el living y prendimos la televisión. Estaban dando una película románticona. No sé como fue, ni de qué trataba. Me dediqué a besarla y sentirla... solo a ella.

Al fin y al cabo, almorzamos cerca de las 9 30 de la noche. 

 

Fin (: