¿Aceptarías ser mi novia? (Segunda historia)

28.05.2012 22:48

Está es una de las últimas historias que he finalizado (La otra que he continuado que se llama "¿Vamos a dormir?" Está en su periodo de finalización) 

Pero quiero publicarla antes que las otras, por el simple hecho de qué me gustó más.

Quisiera darles unos datitos antes de empezar:

Palabras: 6.288

Páginas: 14

Párrafos: 292 

 

Ojala te guste (: 

 

 

 

 

¿Aceptarías ser mi novia?

 

-          Entonces... ¿Aceptarías ser mi novia?

-          No lo sé, no estoy segura.

-          No te preocupes, puedes tomar tiempo.

-          El problema es que no quiero ese tiempo, pero no estoy segura de mi misma.

-          Tranquilízate, tú eres una estrella y puedes volar hacía donde quieras, vuela si así lo deseas y vuelve cuando estés lista, estaré esperando.

-          Está bien. – Se dio vuelta, esperé. Luego volvió a darse vuelta, me miró. – Creo que ya lo he decidido.

-          ¿Enserio?

-          Sí... – Se acerco, íbamos a besarnos.

 

¡RING! ¡RING! ¡RING!

-          Ya, si sé. – Apagué el despertador.

El colegio. Sin dudas lo odio y este sueño, es como decimasexta vez que me sucede.

Bueno hace 1 mes y algo me declaré a una niña, me gustaba, de hecho aún me gusta y mucho. Es mi compañera, se sienta conmigo y una de mis mejores amigas hace tiempo. 

Hace un mes, como dije, me le declaré, me gustaba y quería hacerla feliz, pero sus palabras fueron me siento insegura, mejor la amistad, quedé destrozado... pero como buen hombre soporté y seguí, con mi orgullo, siendo su amigo, abandonando, así, cualquier esperanza de besarla.

Tomé una ligera ducha, tan ligera como fue el desayuno.

Me encaminé hacía el colegio. Llegué sin más novedad, había llegado 20 minutos adelantado, así que no había mucho que hacer.

 

Entonces llegó ella, con su pelo negro liso, era pequeña así que daban ganas de abrazarla al instante, el uniforme azul, sus uñas bien cuidadas y sus ojos achinados, irradiaba dulzura.

Se acercó lentamente hacía su puesto y allí estaba yo, con mi gorro de Los Ángeles Lakers, mi cadena, mi mochila, mi celular, mi libreta, mi bolígrafo y mi balón de básquet.

Me saludó de un beso en la mejilla, aún tenía esas ganas incontrolables de darle vuelta y besarle la boca, pero prometí controlarme.

-          Hola. – Me regalo una sonrisa, sus dientes eran perfectos y su boca cautivadora.

-          Hola Sylvie ¿Qué tal te ha ido? – Sonreí vagamente. Desde hace poco, el sueño que siempre tengo, me han dado ganas que se realice.

-          Bien, bueno... peleé con mi novio. – Por cierto, ella tenía un novio.

-          ¿Ah si? Cuéntame que pasó esta vez. – De hecho no me importaba en lo más mínimo, pero ella siempre me contaba sus cosas, así que... ya me había acostumbrado.

-          Lo que pasa es que se supone que me fue infiel, pero son rumores, solo eso. No sé si creer en los rumores o en su palabra, también me gritó, muchas cosas. – Su cara era claramente de miedo, ella le temía a él.

-          Tú eres la tonta que le aguanta todo. Sabes que nunca apoyé esa relación. – Es cierto, nunca la apoyé, no por celoso, bueno sí... pero Cristóbal era un tipo violento, también jugaba básquet conmigo, siempre había habido una rivalidad con él. De hecho, en nuestro equipo éramos rivales y hoy nos tocaba jugar. Él era de segundo año y yo de primero, todos los jueves nos hacían un partido entre los de segundo y primero, siempre la atención se centraba en él y yo.

-          Pero es que en cierto modo me acompaña. – Se justificó.

-          Están tus amigas, tienes amigos, no estas sola, créeme.

-          ¿Y tú, también estás para mí? – Me miró fijamente. ¡Obvio que estaba para ella! Pero desde que me declaré y me rechazó, controlaba mis emociones.

-          Claro, lo sabes, no tienes porque dudar. – Lo dije fríamente, cuando por dentro quería gritarle que aunque mi corazón se partiera estaría para ella. Pero eso sería incómodo.

-          De hecho, no sabes lo que te valoro y te quiero, no lo sabes. – Concluyó.

 

¿Pero que es esto? De la nada me dice lo mucho que soy importante para ella. ¡Pero si me rechazó! Está con un tipo que le grita, le es infiel, porque si algo sé de Cristóbal es que es mujeriego. 

No sé, pero las clases comenzaron. Inglés, me gustaba y debía aprender. A penas saliera del colegio iría a vivir a Estados Unidos.

Las horas pasaron rápido, ni las noté. Con Sylvie jugamos, conversamos y todo normal. Pero aún mi pregunta si de verdad soy algo especial para ella.

 

Eran las 12; 15, hora de básquet. Los que lo practicábamos teníamos un permiso especial para irnos antes de clases a entrenar, pero... en vez de salir a las 4; 30 del colegio, salíamos a las 5; 15, pero por el básquet, yo y estoy seguro que todos los que lo practican se quedarían más tiempo si fuese así, necesario.

-          ¿Irás a verme? – Le pregunté a Sylvie.

-          No lo sé, está él, ya sabes. – Contestó en un tono inquietante.

-          Entonces es cierto, le tienes miedo. Igual que pena. – Lo dije en un tono molesto. De hecho me molestaba, amaba que Sylvie fuera a verme jugar básquet, pero siempre iba y miraba a Cristóbal, ahora que están peleados no irá a verme por él, enoja ¿cierto?

-          ¡No le tengo miedo! – Gritó. Toda la clase nos miró. – No le tengo miedo. – Está vez susurro.

-          Si tú lo dices, no te obligaré a ir, pero deberías intentar cumplir con tus amigos y no solo con ese tipo, es un consejo. – Por dentro le gritaba que estaba celoso, pero ya sabes, hay que controlarse.

-          Iré, solo para callar tu boquita. – Qué coqueto.

-          Está bien, bueno me voy. – La besé fríamente. Me abrazó.

-          No sé que sería de mí sin ti, siempre con tu frialdad... esa frialdad me gusta. – Sonrió y sus mejillas enrojecieron. Reí levemente.

-          Déjame ir, llegaré tarde, tú solo ve a verme.

-          Está bien, adiós.

Me besó y dejó irme.

 

El gimnasio, los balones de básquet sonando, el aro, el tablero, las camisetas sin mangas y anchas, el calentador de la rodilla, eso es mi manera de vivir.

Los de segundo aún no llegaban, así que comenzamos a practicar sin ellos.

Primero tiros de media distancia. Anoté 15 de 29 tiros lanzados, algo así como 51%

Luego tiros libres, mi punto bajo. Anote 8 de 20 tiros, 40%

Triples, mi punto fuerte. 20 de 28 un 71%

 

Por fin llegaron los de segundo años. Cristóbal con su mirada engreída, como siempre.

Comenzaron a practicar y Cristóbal tenía unos números parecidos a los míos.

52%, 69% y un 60 % 

En básquet, éramos del mismo nivel.

Empezaron a llegar gente al gimnasio, de hecho, todos los jueves el gimnasio se llenaba, donde él nivel de los de primer año y segundo año eran parecidos, los partidos eran maravilloso.

 

Miré que se acercaba una persona pequeña, de pelo negro liso... ¡Sylvie! 

Me miró, me hizo un gesto con la mano. Se lo devolví y me dirigía hacía ella.

Pero Cristóbal se me había adelantado. 

Le agarró la mano, por la expresión de Sylvie se la había apretado fuertemente. Comencé a correr. Empezaron a gritar ambos y la expresión de Sylvie era de horror puro.

Creo que le iba a pegar, pero llegué en el instante preciso.

Abracé a Sylvie y le corrí la mano a Cristóbal con un manotazo.

-          Epa, ¿Qué problema tiene con la señorita? – Desafíe a Cristóbal. Sylvie me abrazó fuertemente.

-          Nada que te incumbe. – No estaba dispuesto a ceder.

-          Bueno, entonces... ¿Podrías dejarnos solos? Tengo mucho que hablar con ella y sinceramente, nadie te quiere aquí. – Entonces le dí la espalda.

Cristóbal me agarró del hombro y me dio vuelta, me iba a pegar un puñetazo, pero le agarré la mano y se la apreté. Le iba a devolver el golpe, pero en el último minuto me arrepentí, la pelea entre compañeros de básquet era sumamente grave, un pleito podría costarte el resto del año. Detuve mi mano.

-          Arreglaremos esto en la cancha. – Le solté la mano.

-          ¿Quieres perder?

-          No, de hecho, ya estando aquí parado sé que te ganaré. 

-          Seguro. Está bien, te esperaré en la cancha.

-          Lárgate ya. – Eso lo molestó mucho, pero se fue a la cancha a practicar.

Para el partido entre los de primer año y segundo año quedaban algo más de 15 minutos, en todo eso no había soltado a Sylvie, me sentí culpable, nunca debió haber venido.

Nos sentamos en las bancas del gimnasio.

-          Lo siento. Nunca debiste haber venido, enserio.

-          No te preocupes, pero tenías razón, él no me merece, un tipo que grita e intenta pegarle a una mujer, no es un hombre.

-          Yo te lo dije, pero nadie me hace caso. ¿Qué harás con él?

-          Nada, de hecho, no somos nada. – En cierto modo me alegró, pero estaba seguro que ella conseguiría un buen novio en no más de un mes.

-          Que bien, nunca me gustó él para ti, siempre pensé que debías buscarte a un tipo diferente... alguien como yo. – A veces tú boca y todo tu maldito cuerpo te abandona y dices lo que menos quieres decir. Sylvie calló. Luego me miró.

-          Quizás... no lo sé.

-          Mm... claro.

La conversación paró. Pero en cambio, nos abrazamos. Posé mi pera en su frente, tenía algo de fiebre. Por un instante se quedó dormida. Le acariciaba los hombros y el pelo, nunca habíamos estado así, temía que mis sentimientos me traicionaran.

Tenía y pensaba declararme de nuevo. 

Llamaron para el partido. Con cuidado desperté a Sylvie. Bostezó. Fue el bostezo más hermoso que había visto. Abrió un ojo y luego el otro, lentamente.

-          Lo siento, debo ir a jugar... por mí... y por ti. – De a poco la vergüenza se iba.

-          No, no, no te disculpes. Solo ve y gana... más por ti que por mí, pero... cada canasta que hagas será el mejor regalo que podrás hacerme, así que por favor, mímame y regálame hartas canastas.

-          Sí claro, debo irme.

-          Cuídate.

 

Esas palabras me motivaron mucho, demasiado.

Cristóbal estaba allí esperándome.

El salto entre dos. Ellos tenían el balón y claramente se lo pasaron a Cristóbal de inmediato. No lo fui a marcar yo.  Fue el número 5, Cristóbal hizo un amago, luego un giro e iba por la bandeja. Saltó. La iba a depositar... pero, mi mano se lo impidió.

Apenas comenzaba el partido y ya le había taponado. La robé y corrí a toda velocidad hacía la canasta. Cristóbal iba detrás de mí, enfurecido. Iba a hacer la bandeja, pero antes de saltar, decidí no hacerlo. Cristóbal ya estaba en el aire, pasó de largo. Simplemente tiré de media distancia, entró sin problemas.

2-0 iban las cosas.

Sylvie, aplaudió y gritó muchas cosas, que no escuché.

Cristóbal venía de nuevo. Creí que haría una bandeja nuevamente, pero intentó el triple. Rebotó dos veces en el aro y salió fuera. Pero este maldito había corrido a canasta, cogió el rebote sin complicaciones y la depositó.

Quedaban como 5 minutos, no sé, no vi bien el reloj. El balón lo teníamos nosotros, me lo entregaron, pero se lo pasé a otro compañero, no me gustaba jugar solo yo, todos en este equipo teníamos talento y no por una pelea iba a dejar que mis compañeros se quedaran como idiotas viendo como jugaba yo solo. TODOS íbamos a jugar.

Iba el número 17 de mi equipo a canasta, Cristóbal lo iba a marcar, pero le hice un bloqueo. Mi compañero tiró el triple, luché con Cristóbal para tener una mejor posición ante el rebote. El balón rebotó tres veces en el aro y se precipitó a suelo.

Salté. Tenía el balón en mis manos, lo protegí con mi vida. 

 Empujé a Cristóbal hacía un lado, salté lo más alto que pude para intentar depositarla. Vino un compañero de Cristóbal a ayudarle, cuando estaba en el aire deposité el balón... Cristóbal intento taponarlo... taponó mi cara, más exactamente, mi nariz. No sé si la sacó o seguía allí, pero luego de arremeter contra el suelo violentamente, algo pesado me cayó encima y me dejó sin respiración.

Era el compañero de equipo de Cristóbal.

 

La nariz, no me dolía tanto, pero sangraba como endemoniado. No me levanté, quería... estar allí, por un instante ese lugar se me hizo el más cómodo del mundo.

 

¡CAMBIO! SALE NÚMERO 21 ENTRA NÚMERO 4.

Entonces me paré, me senté en la banca y la asistente me atendió con mucha ternura, estaban todos preocupados, creo que caí con mucha violencia pero en lo único que pensaba era en jugar baloncesto por mí y por Sylvie.

 

Miré a Sylvie, quería venir corriendo, lo notaba en su mirada pero en medio de un partido ella no podía hacer nada.

Pasaron los minutos y no podíamos dejar de mirarnos, con ternura... con preocupación, cuando me atendía la asistente, con celos de que ella no pudiera ser la que me atendía.

El entrenador me dijo que iba a entrar en 30 segundos más. Dejé de mirarla. Tenía estos deseos de cruzar la cancha y pararme frente a ella, mirarla... las palabras sobraran, con la mirada podría decirle mucho más que con palabras y con un beso podría decirle mucho más que con miradas.

 

¡CAMBIO ENTRA NÚMERO 21 SALE NÚMERO 17!

 

Saludé amistosamente a mi compañero, de hecho, dieron lo mejor de sí para mantener las cosas relativamente bien, perdíamos por solo 6 puntos. Era mi deber acortar esos puntos.

En la cancha, miré a Sylvie, me guiñó un ojo, le regalé una sonrisa.

Quedaban algo más de 2 minutos. Jugué ligero, me dedique a dar más pases que a entrar en canasta, no por miedo, debía cuidarme para la segunda mitad.

Las cosas quedaron 25-28 ganaban ellos, quedaban 5 segundos... tenía el balón, estaban todos relativamente cansados, pero yo me sentía como nuevo, estaba jugando ligeramente... creo que era hora de subir un poco la intensidad.

Simulé una bandeja, Cristóbal se la creyó, como siempre. Hice una finta, hacía atrás... Cristóbal se enredo en sí mismo y cayó. Lancé el triple.

El sonido más hermoso es el del balón penetrando la red acompañado de la melodía relajadora de la bocina.

Justo como ahora.

 

El segundo cuarto, fue parecido. Jugué ligeramente de nuevo así que apenas aceleraba el paso, en ocasiones.

Pero el final, fue algo sorprendente.

Quedaban 5 segundos, fue una especie de deja vu. Teníamos el balón nosotros, íbamos empatados a 45-45, mi compañero lanzó el triple, falló.

Cristóbal cogió el rebote y se fue a toda velocidad hacía nuestra canasta.

Yo corro un poco más rápido que él. Llegué antes que él a defender la canasta.

Iba a bloquearle. Corrió más rápido, creí que iba a empujarme, pensé que había ganado la falta.

Solo sentí una brisa arriba de mi cabeza, entonces noté que él me había saltado.

Sonó de nuevo ese maravilloso sonido del balón penetrando la canasta y la bocina gritando que se acababa el primer periodo. Pero está vez, en el aro, de una mano colgaba un muchacho... aquél que logro hacer un mate por arriba de su rival.

En ese momento... suspiré, no de envidia ni enojo, por un instante lo admiré y lo admiré mucho, era sorprendente, pero... me admiro más a mí mismo, yo soy capaz de eso y mucho más, en el segundo periodo lo iba a demostrar.

 

 Yo tenía 28 puntos, 4-5 triples y él 30 puntos 5-8 triples. 

Hubo un descanso de 15 minutos.

Fui a lavarme la cara, había sudado más que en otros partidos.

La intensidad en la cancha durante la primera mitad, fue enorme. No podía moverme tranquilo sin que él me siguiera…pero él tampoco podía moverse tranquilo sin que yo lo siguiera. 

Nos sentamos en el gimnasio. Cristóbal estaba jugando en canasta, para no enfriarse, supongo.

Iba a hacer lo mismo, pero en ese instante miré a Sylvie, me gritó que si podía ir a hablar con ella. Cristóbal miró enseguida, creo que no le tomó mucha importancia o, al menos, eso aparentaba.

Pedí permiso, me lo concedieron.

Caminé lentamente hacía Sylvie, ella parecía impaciente.

-          Hola. – Saludé. Me abrazó muy fuerte. Correspondí al gesto, aún me costaba controlarme, pero lo hacía.

-          ¿Esa nariz cómo sigue? – Sus ojos, tan tiernos... tan preocupada.

-          Está bien, solo fue una caída. – Posó sus dedos en la punta de mi nariz, suavemente... tan suave que casi ni lo sentí, pero ese movimiento tan sigiloso hizo retorcer a toda mi nariz de dolor. Dí un pequeño salto, bueno... no lo dí yo, si no mi cuerpo, bah, entienden.

-          No se ve así. Ven iremos a cambiarte ese algodón sucio que te puso tu asistente.

“Tu asistente” eso... fue cortante, celoso y de todo. Al agregarle “tú” es como si la asistente me perteneciera. Sonreí y no hablé más.

Llegamos al baño del colegio, ella abrió su mochila y me dí cuenta... que tenía de todo. Pañuelos, alcohol, algodón, papel higiénico. De todo.

Sacó con mucho cuidado el algodón antiguo. Apenas me lo sacó, los chorros de sangre salieron disparados... todo el lavabo estaba rojo. Reímos los dos. No sé porque, pero reímos. 

La pasamos bien al fin y al cabo. Mi nariz quedo con un algodón nuevo y me sentía mejor. 

Nos miramos en el espejo. Propuso una foto. Acepté. Posamos. Ella adelante y yo le abracé por detrás. Sacamos algo así como 30 fotos, por ahí.

La solté.... me retuvo.

-          No... Por favor, quédate así un poco más, se siente bien. – Bueno. No estaba preparado para eso, pero... no me iba a negar. – Nunca habíamos estado así. Tus manos son cálidas, tu cuerpo igual. En cierto modo, contigo me siento cálida y mi corazón también. – No podíamos mirarnos fijamente, pero a veces, cruzábamos miradas en el espejo, era timidez.

-          Yo... no sé que decir. – De hecho lo sabía muy bien, pero... no podía decirlo, no podía aceptar que me rechazaran de nuevo. – Pero tu me abrigas el corazón, tu mirada... es lo mejor que puede pasarme, en cierto modo quizás tú eres lo mejor que me pasó. – La miré por el espejo, vi una lágrima recorriendo sus mejillas. Luego miré sus labios... pronunciaban algo así como “Te amo”
Mis labios actuaron por sí solos. – Te amo, me gustas... te amo.

Abrió los ojos y nos miramos por el espejo, me sonrió. Sin decir nada, se dio media vuelta... tocamos nuestros labios por un segundo.

-          ¡Hey! Hay que volver a jugar, apúrate. – La asistente que venía a buscarnos.

-          OH perdona se me pasó la hora, voy enseguida. – Agregué.

La asistente se fue. Sylvie no me miraba, vergüenza supongo... ¿O acaso arrepentimiento? No lo sé.

-          Voy... a jugar, nos vemos. – Titubeé.

-          Sí claro... ve, iré luego. – Agregó secamente.

Me iba, un poco triste, pero... debía jugar el partido, así que antes de salir aplaudí y grité que iba a ganar por sobre todas las cosas, aún así me muriera en la cancha.

Iba caminando por el pasillo hacía el gimnasio. Alguien me dio vuelta y me besó.

La miré... Era Sylvie. Cerré los ojos, y disfruté cada segundo que nuestros labios se tocaron. 

Fue largo y a la vez corto, fue húmedo pero seco, fue... amable y violento, a veces era de amigo... otras veces de amante.

Sonó un pito. ¡El partido! Se me olvidó por completo. Me despedí de Sylvie y corrí hacía la cancha. Ella se quedó allí, mirándome.

 

-          A la horita. – Pronunció irónicamente el entrenador.

-          Lo siento, de verdad, la nariz me traía acomplejado.

-          Nariz se le dice ahora, no te preocupes chiquillo, también tuve tu edad. – Reí tímido. – Veremos como juegan los primeros 3 minutos, no está Cristóbal, así que no te apresures, pero te aconsejo en esta segunda mitad, da todo de ti. La última jugada que le hiciste en el primer cuarto fue maravillosa, así como fue la de él en el segundo, ustedes son los mejores, pero... tú más que él. – Esas palabras me alentaron.

-          No se preocupe. Haré lo que pueda y ganaré este partido y la jugada que me hizo, se la devolveré.

-          Esa es la actitud muchacho.

Pasaron los 3 minutos y los equipos estaban parejos. El balón salió fuera. Lo recogí. Lo besé.

¡CAMBIO! ENTRA NÚMERO 21 SALE NÚMERO 17

 

La cancha... tan fresca que la sentí. Sylvie me seguía acosando con la mirada, eso me gustaba.

Cristóbal no entró.

Comencé a jugar en término medio, debía guardar energías para cuando saliera Cristóbal.

No jugó en todo el tercer cuarto. No sé por que.

Pero las cosas terminaron 75-81 victorias para nosotros.

 

El tercer cuarto terminó sin novedad. Descansamos 5 minutos.

Luego me quedé en la banca y Cristóbal entró. El cuarto, cuarto había comenzado.

En dos minutos en los que nadie podía frenar a Cristóbal, las cosas estaban 93-91 ganaban ellos, así que... debía entrar a poner orden.

 

Entré y Sylvie aplaudió mucho, me miró... se toco los labios y se ruborizó.

¡ESO NO ME AYUDARÍA A CONSENTRARME! Pero... luego de este partido quizás cambiaría mi vida o quizás no. No importa.

 

Entré y el duelo con Cristóbal estaba intenso. Robos pero sobre todo tapones, él tenía un 34% de tiro de campo y yo un 34% igualmente. Eso es por las tapas que nos hacíamos el uno al otro. Este fue uno de los mejores partidos que había jugado hasta ese entonces.

 

El marcador iba 100-94 ganaban ellos. Era hora de demostrar mi habilidad como triplero. Intenté un triple pero Cristóbal me lo taponó y luego intentó él un triple, que, igualmente se lo taponé.

Estuvimos así hasta los momentos finales. Pero como decía, hoy los deja vu estaban a la orden del día.

Tenía el balón y bueno iba a hacer una bandeja. Uno, dos y tres paso, un salto, mano de Cristóbal, golpe en la boca. Estaba pensando que lo hacía intencional. Pero mi bandeja entró y me dieron el tiro libre. Mi boca sangraba mucho. Mi equipo pidió un tiempo muerto. Me hicieron una curación rápido, con eso, aguantaría el minuto y medio que quedaba de partido. El tiempo muerto acabó. Tenía que lanzar el tiro libre, la boca me ardía mucho y el dolor de nariz volvía, pero quedaba solo un minuto, lo soportaría.

 

Lancé, entro sin problemas. Está vez los de segundo año pidieron un tiempo muerto.

-          Muchacho, entrarás dependan las cosas, descansa un poco. – El entrenador, era preocupado por nosotros.

-          Está bien, pero quiero seguir jugando, solo necesito un respiro.

-          Tómalo, entrarás de nuevo a ganar, te lo aseguro.

-          Perfecto.

Me senté y comencé a secarme con la toalla, suspiré, el dolor cada vez era más y más, tomé una bebida energética y la asistente me hizo masajes en las rodillas, para no fatigarme.

Sylvie estaba preocupada, quería entrar a la cancha, pero no la dejaron. Le dediqué una sonrisa un poco cansada, quería acabar este partido y luego.

 

Cristóbal puso el marcador 120-125, quedaban 30 segundos, cinco puntos era difícil de alcanzar, pero lo haríamos... con triples.

 

 

¡CAMBIO! ENTRA NÚMERO 21 SALE NÚMERO 4

 

Era ahora o nunca, hoy ganaba el partido y el honor, o perdía y me quedaba sin honor. Claro está que iba a ganar.

Entré y comenzamos a jugar, el reloj corría y corría.

Fue un uno a uno con Cristóbal, hice una finta, está vez no se la creyó, simulé una bandeja, tampoco se lo creyó. Entonces... fui hacía la izquierda corriendo, dí un giro y simulé de nuevo que iba a la bandeja, Cristóbal con el giro se confundió y con finta que hice luego, casi cae. Estaba en la línea de tres, Cristóbal corrió a toda velocidad a taponarme, lancé con complicaciones y Cristóbal me pegó un manotazo en la cara. Caí, estaba cansado de que me pegaran. Pero algo me alegró. El sonido del balón con la red de la canasta y el pito gritando falta de Cristóbal. 

Cuento, cuando te cometen falta y estas en la línea de tres y si este triple entra, te dan el triple y tres tiros libres. Ósea seis puntos en una jugada.

 

Todos entraron en euforia, sin dudas era una jugada espectacular, ni yo me la creía, pero me puse sereno y fui a la línea de tiros libres. Lancé el primero, entro sin complicaciones, lancé el segundo, casi entra pero se fue fuera y lancé el tercero, entro con suerte, pero entró.

Quedaban algo más de 12 segundos. Íbamos empatados a 125, en una jugada o dos este partido se definiría.

Cristóbal corrió rápidamente a canasta, un compañero de equipo mío lo iba a bloquear, pero nuevamente saltó por encima de él, como cuando lo hizo conmigo.

La iba a clavar, estaba gritando pensando que el partido era de ellos. Pero no lo iba a permitir. Antes que entrara, mandé a volar aquél mate. Quedo colgado del aro Cristóbal, pero no la clavó. Se comió mi tapón y todos estaban emocionados de nuevo.

Sylvie gritaba como loca, no sé que gritaba pero era algo con mi nombre. El balón salió por mi tapón. Cristóbal sacó el balón y uno del equipo rival intentó un tiro rápido, casi... casi lo tapono, pero la presión que le puse fue suficiente para que no encestara.

 

Recogí el balón y corrí a toda velocidad a la canasta contraría. Quedaban 5 segundos y Cristóbal como un león cuidaba la canasta. De inmediato fue a marcarme, hice una finta de nuevo no se la creyó, el reloj estaba en mi contra. Así que hice un giro y Cristóbal en el último segundo se resbaló tenía la canasta para mí solo. Pensé en hacer la bandeja y acabar esto luego. Pero no. Debía ser distinto. Tomé un poco de impulso, bueno tomé mucho impulso y con suerte alcancé el aro, pero la clavé y un rival me cometió falta, casi caigo de nuevo, pero el aro me salvó.

Quedaba 1 segundo. Tiempo suficiente para hacer un triple.

 

Simplemente fallé el tiro libre, rebotó en el aro pero cuando tocó el suelo la chicharra gritaba que la victoria era para nosotros.

 

TODOS saltamos, éste partido fue uno de los más difíciles y entretenidos.

Sylvie entró a la cancha sin importarle nada, me abrazó fuerte, creo que iba a besarme, pero solo nos abrazamos, era mejor así, supongo.

Apretamos todos apretamos las manos, con Cristóbal fue un apretón muy fuerte y una mirada fría e indiferente por parte de los dos.

-          Es tuya. Ganaste limpiamente, supongo.

-          Jugaste bien, pero te falta. – Luego reí, claramente estábamos igualados.

-          Como digas, da igual, el próximo jueves nos veremos.

-          Claro, cuídate.

Fue como amistoso pero tenso. Luego fue a hablar con Sylvie. Los miré, haber que hacía, luego de un rato, se abrazaron, me puse algo celoso, así que fui a verme la boca que comenzaba a sangrar.

Mi asistente me curó rápidamente, la nariz y la boca, siempre tan atenta, les dí las gracias y ella me dio las gracias por hacer que el equipo ganara, eso me halagó.

Está vez, la celosa era Sylvie.

-          ¿De nuevo con tu asistente? – Cruzó los brazos y me miró fijamente.

-          Me estaba curando nada más. – Le dí un beso en la frente y la abracé.

-          Curar. ¡GANASTE! Eso es lo más importante aunque seas un estúpido infiel.

¿Estúpido INFIEL? ¿Qué significa? ¿Tengo que serle fiel? Cosas de mujeres. Reí.

-          Claro.

-          Oye, tengo que irme, te espero para que hablemos en la sala. Cuídate, y te tengo una propuesta, pero te la digo en la sala. Adiós.

-          Cuídate mucho. – Nos besamos en la mejilla, era como... raro luego de probar sus labios. Nuevamente me miró, se tocó los labios y se ruborizó nuevamente.

ESTA TARDE ME DELCARARÍA DE NUEVO, MURIERA O NO EN EL INTENTO.

En nuestro colegio, hay una opción de ir a ver los partidos de básquet o ir a clases, cada uno escogía pero luego no se podían quejar en las pruebas. Así que luego de cada partido debían volver a las salas.

Me lavé, en el vestuario era todo un alboroto, todos saltaban de alegría. Compartí con ellos un rato, me duché, me peiné, luego me puse el uniforme del colegio y partí a mi sala.

 

Llegué primero y me recibieron con un caluroso aplauso, mi cara tuvo que haber sido la más idiota.

Llegué donde Sylvie y está me regaló una sonrisa coqueta. Me senté y le sonreí.

-          Hola campeón. 

-          Hola doctora. – Reímos. Quedaban solo media hora de clases. No tenía ánimos de copiar o estudiar, así que por esta tarde lo dejaría de lado y Sylvie parece que también.

-          ¿No harás nada? Qué irresponsable. – Me decía, claro, irónicamente.

-          Mira quien habla primero. – Suspiré.

-          ¿Pasa algo?

-          Nada, solo pensaba... solo eso.

-          ¿En qué? - ¿Qué le podía decir? ¿Qué no paraba de pensar en como declararme?

-          En el partido, en ti, en mí, en los estudios en todo.

-          ¿No piensas en mi propuesta? – Claro, como olvidarlo.

-          No, por qué de hecho, aún no me la dices. – Era verdad eso.

-          Bueno... es algo sencillo, pero salgamos juntos, uno de estos días. – Esas palabras me sorprendieron, su tono era dulce y tímido. 

-          Está bien, tú me dices el día y vamos.

-          En la noche te llamo y te aviso.

-          Claro. – Acoté.

 

Luego no hablamos mucho, ella fue con sus amigas y yo ni ánimos tenía de pararme a hacer algo, estaba molido. Pero la boca y la nariz estaban mejor. Pareciera que a ella se le olvidaba esos detalles que, casi me parto la cara por ella. Pero no me importó, no le iba a estar sacando las cosas en cara, me relajé hasta que tocaron el timbre de salida.

 

Me levanté, lento... lo que es lento. Sylvie bajó rápidamente, sin despedirse.

Pero en la salida, me estaba esperando.

-          ¡Adiós, cuídate! – Me abrazó y me besó.

-          ¿Puedo... ir a dejarte a tu casa? – Creo que mi cuerpo está traicionándome mucho. 

-          ¿Qué cosa?

-          Nada, déjalo.

-          Sí lo escuché. - ¿ENTONCES PARA QUE DIABLOS LO PREGUNTA? – Claro, solo por ser tú. Pero acompáñame a comprar unas cosas antes.

-          Claro. – Respondí.

 

Compramos las cosas, nos tomamos unos helados, comimos en un restaurante de comida rápida, se estaba haciendo de noche ya. Había sido un día feliz a pesar de mis lesiones.

Íbamos de camino a su casa, reíamos, pero a veces la miraba fijamente como idiota y ella me preguntaba que sucedía y le respondía que nada.

En un pasaje vacío, solitario... sombrío, lleno de nostalgia y rechazos, tristeza y derrota... aquél pasaje vacío fue donde me le declaré a ella.

De la nada, frenó en seco.

-          Oye... – Me paré frente de ella. ¿Qué podrá pasar? Había sido un día maravilloso y había sido muy caballero.

-          ¿Pasa algo? – Pregunté inquietante.

-          ¿Recuerdas este lugar? – Esa pregunta dolió.

-          Sí. – Respondí sin ánimos. Rió. No esa risa de siempre, una risa melancólica.

-          Yo no lo olvido y sé que tu tampoco. – Sylvie tomo una postura serena, pero notaba esa melancolía típica que siempre invadía mi privacidad de mi alcoba en las noches más hermosas. Tenía razón, no olvido, ni la hora, el lugar, la ropa... todo lo recuerdo. – Aquella vez... No estaba segura de mi misma, enserio. Eras un gran amigo mío, aún lo eres, siempre estuviste conmigo, pero no podía verte más allá que un amigo.

-          No es necesario, eso ya quedó en el pasado. – La interrumpí e intente parecer duro.

-          No me interrumpas por favor. Y no, no está en el pasado, lo veía cada día en tus ojos, hinchados... me decías que tenías problemas a la vista, pero nunca usaste lentes... ¿Esos ojos rojos eran lágrimas por mí, verdad? – Lo sabía todo. Me doy cuenta ahora que soy un asco para disimular. Y yo que quería ser actor...

-          ¿Eso importa? ¿Importa si lloré por ti? ¿Importa si... me rechazaste? ¿Qué importa? Estamos bien así. – No. Me mentía a mi mismo, no estábamos bien así, yo no.

-          No te creo. No es así. Cada día mirando tus ojos hinchados, antes eras cálido... luego de ese día te volviste frío e indiferente. No creas que no lo sé. Tú... con el tiempo me dí cuenta que eras un buen tipo. Pero me gustaba Cristóbal, la verdad, él fue la razón por la cual te rechacé, quería estar con él, pensando que era un buen tipo. Pero tú... y tu fantasma, tu cara engreída de que no te importa nada. Siempre tan amable, luego del rechazo seguiste allí, siempre tan tú.

-          ¿Quieres la verdad? – Me cansaba de esconderlo.

-          Sí, la quiero ahora. – Sylvie me miró, sus ojos estaban un poco húmedos, se sentó en una banca cercana. – Te escucho.

-          Escucha. – Me senté a su lado y le tomé la mano. El duro que era, luego se iba a quebrar, lo veía venir. – Me gustas. No solo me gustas, Te amo. Eres la fuerza de todos los días para todo, tan lejos... pero tan cerca, tan amiga y tan amante. Tus besos... tan tiernos y tan fríos, me confundes... a veces siento que te tengo, a veces siento que ni si quiera soy algo en tu vida. Te amo y siempre te amé, cuando me rechazaste tuve la oportunidad de correr de ti. Irme de la ciudad o de colegio, estuve mal. No creas tampoco que no te miré con Cristóbal, eran felices, eso en cierto modo me dejaba tranquilo, pero yo sabía la fama de Cristóbal. Pero eso no me importa. Solo escucha el presente, haz oídos sordos al pasado y anhela con ansias tu futuro. Te amo. Me gustas, me encantas.

-          Yo igual te amo, me gustas también... pero ¿Qué mujer luego de rechazarte y saber que te hacía mal, seguía estando contigo? No soy lo que mereces.

-          Eso no lo decides tú. Lo decido yo.

-          Estaré contigo, no quiero que sufras más, pero no podemos ser novios ni amigos. ¡No quiero hacerte daño! Quiero verte feliz, por una vez en tu vida y esa felicidad no va de mi mano.

-          Reitero, lo decido yo. Pero haz lo que quieras. Escóndete si te sientes asustada, te encontraré, por que aunque no quieras reconocerlo, estamos unidos por ese hilo rojo llamado amor. ¡Dime que esta sintiéndome! Sólo... déjate amar.

-          ¿Soy tu felicidad? – Sylvie... me abrazó tan fuerte. - ¿No me insultarás? ¿No intentarás pegarme?

-          No soy como otros. Yo... Yo te amo, quiero estar contigo.

-          Tus brazos... siempre me dieron calor, siempre. Hace tiempo que no me abrazabas, por eso... en los baños, quería que ese momento durara para siempre.

-          No extraño tanto el baño, extraño más el pasillo. – Reímos, estábamos algo más alegres.

-          ¿Te gustó? – Sylvie me dijo coqueta.

-          Tuvo un sabor a por fin.

-          Te creo.

 

 

 

Nos paramos, quizás hubiera sido un beso, pero nos paramos así sin más.

Seguimos caminando y llegamos a su casa.

-          Bueno... acá termina nuestro camino.

-          Ya lo creo. – Acoté. La luna salió de su escondite de las nubes.

-          ¡Qué hermosa! – Sylvie gritó y me abrazó fuertemente.

-          Es hermosa.... – La miramos como 20 minutos, sin decir nada, solo abrazados los dos.

-          ¿Quieres ser mi novio? – Susurró. ¿ACABA DE PROPONERME UN NOVIAZGO? Espera... debía tranquilizarme, el corazón se me salía del pecho...
Debía pensar los post y contras y lo que haríamos....

-          ¡SÍ ACEPTO! – Mi cuerpo me traiciona siempre... pero esta vez no fue mi cuerpo. Está vez mi corazón dijo aquello y me sonrió por dentro.

-          ¡Perfecto!

 

Me miró... jugamos con nuestras narices y salté por el dolor. Reímos de nuevo. Besó mi mejilla y luego mi frente... me miró, cerró los ojos y lentamente posé mis labios sobre los suyos. Mis manos estaban ancladas a sus caderas. Ella me rodeaba con su mano izquierda y con su mano derecha sentía mi corazón palpitar al mil por ciento.

Mi mano derecha, posó en su corazón que latía el triple que el mío.

La apreté contra mi cuerpo el besó fue eterno....

Pasaron dos horas, creo. Nos separamos y reímos.

-          Lo haré bien. – Dije tímidamente.

-          Lo sé, sé que lo harás bien. – Calló.

-          ¿Pasa algo?

-          Sí... pasa que soy una idiota. - ¿Arrepentimiento? – Por tenerte siempre tan cerca de mí y nunca verte. Nadie... NADIE, dio todo de sí por mí, nadie se rompió el cuerpo y la cara por ayudarme. Nadie lo hizo, hasta que llegaste tú, para demostrarme que hay personas que hay que valorar, esa eres tú. – Suspiré de tranquilidad.

-          Ahora estamos juntos, eso es lo importante. – La abracé fuerte y la besé. – Te prometo que te dejaré de amar cuando la luna se apague.

-          ¡Sí! ¡Yo también!

 

Entonces la luna comenzó a brillar más, con la intención de nunca apagarse.

 

FIN

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo y Sylvie fuimos muy felices por siempre. La luna aún brilla como aquella noche.

Ahora la vemos cuatro personas.

Y siempre que pasamos por ese pasaje, la nostalgia y la felicidad se mezclan, junto con las risas de nuestros hijos, fruto del gran amor que los dos nos tenemos.

 

El amor puede ser verdadero, busca el amor y no dejas que se muera. El amor es travieso si ocurre un problema, no te refugies en otros brazos. Habla con tu pareja. Siempre habrá alguien que te ame, nunca faltara, pero el amor a veces es traicionero.

Solo ama y déjate amar, respeta y serás respetado, muérete por alguien y que ese alguien se muera por ti. Busca una balanza, ama... que es lo mejor que te pude pasar, ama como a nadie.